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EL GENERAL MUERTE

Habrán notado que los productores de las diferentes Batman se esforzaron bastante para encontrar actores taquilleros que personificasen a los enemigos del Hombre Murciélago. Cierto es que Michael Keaton, Val Kilmer, George Clooney, Christian Bale, ya tenían brillo propio cuando fueron convocados a encarnar a Batman / Bruce Wayne / Bruno Díaz, pero esos brillos se opacan bastante cuando se los compara con los de Jack Nicholson o Heath Ledger (El Guasón), Danny De Vito (El Pingüino), Michelle Pfeiffer (Gatúbela), Tommy Lee Jones (Jimmy Dos Caras), Jim Carrey (El Acertijo), Uma Thurman (Hiedra Venenosa) o Arnold Schwarzenegger (El Capitán Frío). Éstos son los verdaderos protagonistas de cada una de las películas; al fin y al cabo, como decía Hitchcock, una película vale por lo que vale su villano. Y además, ya nadie se cree que un multimillonario pueda dedicar su tiempo a defender la justicia, habiendo tantos funcionarios que coimear, tantos consumidores que estafar, tantos empleados que explotar. Un loco obsesionado por conquistar el mundo resulta bastante más plausible, qué joder.

Y así como Superman se las tenía que ver con Lex Luthor o el inefable Bizarro, o El Zorro con el Capitán Monasterio o El Águila, todos los héroes necesitan una (o más) contrafiguras lo suficientemente poderosas como para hacer que el triunfo del justiciero sea más valioso. Tantos memorables villanos inquietaron nuestros sueños, de Long John Silver a Darth Vader... Cada uno puede hacer su lista personal (aunque ya se sabe que las listas son sólo un pretexto para recordar a los nombres omitidos). Hoy, yo convoco al General Muerte a aterrarnos por un rato.

Como prueba que, en esta época, los malvados son más reales que los héroes, y por ende más fácilmente recordables, cito el caso de aquel comic televisivo donde el General Muerte amenazaba a la sociedad. Los nombres de los personajes principales no han quedado en mi memoria, pero sí recuerdo que eran un hombre y una mujer, vestidos al estilo del Avispón Verde, y que los guionistas, inteligentemente (perversamente) sugerían una fuerte atracción erótica entre ambos, creando una tensión que nunca se resolvía... ni estaba destinada a resolverse. Explotaban así un recurso que tan bien funcionara en éxitos de la pantalla chica como Los Vengadores (¡ah, Emma Peel / Diane Rigg!), Luz de Luna y Función Privada.

El villano en cuestión era una especie de coronel Kurtz urbano, de unos 40 años, alto, atlético, totalmente calvo, de expresión sombría, mejillas y ojos hundidos; su cara recordaba a una calavera vista de frente. Vestía un uniforme totalmente negro, del estilo de los de las SS, con una calavera y tibias cruzadas como símbolo, ubicado donde en un uniforme nazi iría la esvástica. Tenía su refugio en un complejo de cámaras y galerías subterráneas que, por momentos, parecía una tumba vista desde adentro. Lo secundaban subordinados uniformados como él; su comportamiento era de una crueldad indescifrable y por ello aún más temible.

Según creo recordar, el General Muerte había sido el comandante de un grupo de tropas de elite. En una oportunidad, en un país remoto y selvático, había sido enviado a una misión suicida; allí vio caer a la mayoría de sus hombres a manos de sus enemigos. Enloquecido, guía a los pocos sobrevivientes a cometer una espantosa matanza en una aldea de campesinos, al estilo de la de My Lai. Sus superiores lo enviaron a consejo de guerra y, pese a sus medallas, lo condenaron a prisión y a ser degradado. Fue indultado, pero nunca se repuso de lo sucedido. Es un hombre al que le gusta matar, es un hombre conducido por demonios. La sociedad que lo entrenó para ser una máquina de asesinar ahora lo condena por ello; la sociedad que él juró defender sin reparar en métodos... ahora le da la espalda. El General Muerte vuelve a la gran ciudad, decidido a defender a la sociedad de sí misma, si es necesario; sus horribles crímenes parecen macabras citas de los de Jack El Destripador, cuando no organiza orgías de sangre que recuerdan a la de la aldea campesina.

El último capítulo es antológico. Decidido a exterminar a los "débiles", a los que desprecia porque culpa de su caída, concibe un plan de una lucidez siniestra. Utilizando los resultados de un experimento militar, siembra ciertos diarios y revistas (los que antaño lo habían deificado, cuando era un héroe nacional) con microscópicos huevos de una cierta variedad de gusano, obtenida mediante ingeniería genética. Esos pequeñísimos huevos se alojan en las uñas, o en pliegues de la piel; pronto, los huevos eclosionan, las larvas de gusanos pasan al torrente sanguíneo, y luego colonizan el cerebro de la víctima, al que devoran en su rápido crecimiento. El General Muerte fracasa y muere, no sin antes vengarse de varios doctores Frankenstein.

Es evidente que una serie tan bizarra, más cercana al género gore que al comic tradicional, no podía sobrevivir mucho tiempo en el aire. Pero, al fin y al cabo, la diferencia entre una idea genial y un mamarracho es menos perceptible que la que existe entre cualquiera de ellas y una idea mediocre; el General Muerte, claramente, no podía ser acusado de esto último.

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