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¡PARA PEORES... NOSOTROS! (POLÉMICA EN EL CIBERBAR)

[El artículo que sigue a continuación se llamaba "Polémica en el Ciberbar" y salió en la desaparecida revista virtual montevideana LadoB... en junio de 2003. Le sacamos un poco de polvo virtual y ahí sale, con un par de agregados porque ¡en la pelea por ser reconocidos los peores del mundo se anotan varios países!] La muy buena nota de Leonardo Altmann en el número 24 de esta insigne revista, titulada "No a la clonación (del Uruguay)", me despertó la tentación de hacer algunas precisiones. No con el fin de polemizar sino... bueno, no sé cómo terminar la frase. De todos modos, esto no tendría que asustar a nadie, pero parece que por estos lados la polémica es a la vez mala palabra y pasión popular.

 

Por una elemental delicadeza, no pretenderé trasladar automáticamente a la otra orilla algunas ideas que tengo sobre la desventurada vida de ésta. En todo caso, los eventuales y acaso inexistentes lectores orientales sabrán hasta qué punto la analogía con la situación argentina es procedente y hasta qué punto no.

La nota de Leo tiene dos ejes. Uno, la pregunta "¿hay una cultura oriental?" y las dudas sobre la identidad nacional. El otro es la condición "única e irrepetible" de la República Oriental, debido a que "nunca existirá algo tan sublime y decadente".

 

LA IDENTIDAD NACIONAL

 

La búsqueda de la identidad nacional es una idea no más vieja que el romanticismo. No hay rastros de que nadie se preocupara por ella antes del final del siglo XVIII, y tenía una función política muy clara: una vez que la Revolución Francesa demostró la imposibilidad de legitimar el poder del estado en base al Derecho Divino del monarca, comenzó a buscarse un principio sustitutivo, y el primero que apareció fue la nacionalidad. Una de las consecuencias de este movimiento de reivindicación de la identidad fue la unificación de Alemania y de Italia, que hasta 1870 no eran más que una colección de reinos, ducados, principados y ciudades libres, una más insignificante que la otra.

 

Estos dos países eran relativamente homogéneos, así que el proceso no fue demasiado traumático. El problema estaba en comarcas como Transilvania. Los campesinos de la tierra del Conde Drácula eran rumanos, sometidos a terratenientes húngaros, y en las ciudades predominaban los judíos y los alemanes, además de que había muchos gitanos. ¿Cuál era la identidad nacional de Transilvania? Los rumanos y los húngaros llevaban agua para sus respectivos molinos, y esto sin considerar que la región era parte del Imperio Austríaco... Este fenómeno de ninguna manera era raro en Europa; a la pugna de identidades nacionales diferentes para territorios étnicamente muy heterogéneos debemos dos guerras mundiales y conflictos como los de Bosnia, Kosovo o Palestina.

 

No perdamos de vista que quien define qué compone la identidad nacional está necesariamente definiendo qué no lo hace. O sea, quién queda excluido. Hitler, Mussolini, Franco, Le Pen, Slobodan Milosevic, siempre tuvieron la famosa frase "identidad nacional" a flor de labios.

Tomemos por ejemplo España ¿Existe España, por empezar? ¿O existen Cataluña, Castilla, Galicia, el País Vasco, etc.? Pero supongamos que sí existe. ¿Cuál es la identidad de España? ¿La de los cazadores que pintaron la cueva de Altamira hace 15 mil años? ¿La de los íberos? ¿La de los celtas? Por España pasaron los fenicios, los griegos, los cartagineses, los romanos, los bárbaros de Germania, los mercaderes judíos o genoveses, los árabes. Si admitimos que todos ellos contribuyeron a formarla, entonces debemos asumir que antes de que cada uno de estos grupos apareciera en escena, la identidad española era distinta. Lo que equivale a decir que la identidad no es algo estático, inmutable.

 

La identidad nacional vive de crisis en crisis mientras está viva. Lo único seguro es la incertidumbre y el cambio. Las invasiones, el comercio internacional, los medios de comunicación, la inmigración, dejan su huella. La cultura de un pueblo dado es inconcebible sin mestizaje, sin conflicto, sin fricción, sin diálogo (a veces conflictivo) con otras culturas. Preocuparse por su "crisis" es hacerle el juego a los fósiles de academia y los nacionalistas de café. Que se paralicen de temor ellos. A nosotros nos toca hacer camino al andar.

 

Al respecto quisiera citar unas palabras de Jorge Luis Borges. "El escritor argentino y la tradición" es la versión taquigráfica de una conferencia, que luego fuera publicada en su libro "Discusión". Borges, siempre tan lúcido en todo lo que no tuviera que ver con la política, dice del problema de la relación del escritor con su propia tradición cultural: "mi escepticismo no se refiere a la dificultad o imposibilidad de resolverlo, sino a la existencia misma del problema. Creo que nos enfrenta un tema retórico, apto para desarrollos patéticos (...)".

 

Después de algunas de las páginas que más he disfrutado en mi vida, llega a una conclusión que creo difícilmente refutable: "o ser argentinos es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara".

 

SOMOS LOS PEORES, SOMOS

 

Todo el mundo pretende ser especial, creo que porque acertadamente se cree que es un valor en sí mismo. (Vuelvo a Borges, quien decía que los pueblos de la provincia de Buenos Aires son todos iguales, hasta en su pretensión de ser diferentes). De hecho, uno de los atractivos de viajar es conocer gente con una cultura al menos algo distinta, y pasar un tiempo en un medio diferente al que uno acostumbra vivir es generalmente una experiencia enriquecedora.

 

Esta vocación por ser diferentes tiene un costado patológico, que es la creencia de que, por ser diferentes, unos pueblos son superiores a otros. Recordemos la arrogancia de los mandarines chinos frente a los navegantes europeos, el desprecio de los conquistadores españoles por los indios, el aura de superioridad de los británicos cuando la Royal Navy controlaba los mares del mundo, el "destino manifiesto" de los norteamericanos, la supuesta "pureza racial" de los nazis alemanes. Y hay otra enfermedad parecida a esta, pero más extraña, que yo creía propia de los argentinos y que la nota de Leo me hace conjeturar que tal vez también padezcan los uruguayos: la creencia de que nuestra diferencia reside en ser peores.

 

En el caso argentino, yo atribuyo esta curiosa dolencia del alma nacional a que, luego de habernos creído durante décadas que éramos los mejores, nos encontramos con que la realidad desmentía una y otra vez esa certidumbre. Pero la mediocridad, por definición, no tiene nada especial, ningún atractivo. No permite destacarnos del resto, algo altamente lesivo para nuestro hiperdesarrollado orgullo. Entonces, si no podemos destacarnos por ser los mejores, destaquémonos por ser los peores, pero destaquémonos. Argentina Potencia.

 

Parafraseando por última vez a don Jorge Luis, esta idea de que somos los peores "tiene, como el existencialismo, los encantos de lo patético".

 

FINAL MEDIOCRE

 

Aquí es donde quisiera señalar que reconocernos los peores, y pensar que esa característica es parte de la identidad nacional, tiene una consecuencia inquietante: desalienta cualquier esfuerzo por mejorar. Nos obliga a la disyuntiva paralizante de permanecer en la mediocridad o dejar de ser nosotros mismos.

 

¿Quién no siente desaliento frente al día a día de estas latitudes? La realidad parece funcionar como en la película "Matrix": hay un simulacro que nos mantiene distraídos, controlados, mientras una maquinaria monstruosa y parasitaria vive de chuparnos la sangre. Nuestro desaliento es funcional a su perpetuación: algo difícil de soportar para aquellos a los que nos cuesta horrores albergar alguna pequeña esperanza, porque al desaliento agrega cierto sentido de culpa.

De todos modos, siempre hay espacio aunque fuera para la módica rebeldía de que, aún resignados a nuestra suerte, nos neguemos a convertirnos en cómplices aplaudiendo la mentira. No será mucho, pero me rehúso a creer que es poco.

 

Reproducido en la revista virtual uruguaya LadoB..., en su número de junio de 2003.

 

ADDDENDA 2008

¡Los chilenos afirman que los peores son ellos! "Isla de Pascua y la lista de los más célebres "casi casi" de Chile"

¡Los españoles afirman que los peores son ellos! (Una nota terrible): "Nuestros nuevos amos". [Nota del 24-11-09: el novelista Antonio Muñoz Molina señala como característica española a algo que considerábamos poco emnos que marca de identidad nuestra: "la tendencia que hay en España a la simplificación y al banderismo"].

[Nota del 03-01-09: en India (¡sí, India, se supone que una de las futuras potencias globales!) se afirma que "nuestra economía crece a la noche, cuando el gobierno duerme". ¡Frase de lo más argentina, por cierto!]

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