Terror Universal
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Seccion: Cronicón (Lecturas: 13949)
Fecha de publicación: Abril de 2010

La Noche de Halloween: La geometría del terror posmoderno

Un análisis sobre Halloween, Carpenter y las convenciones y hallazgos del slasher en el cine.

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J.P. Bango



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Nota originalmente publicada en El Cronicón Cinéfilo

—La Muerte ha venido a su pequeña ciudad, Sheriff. Puede ignorarla o puede ayudarme a detenerla.
—Sigue con las palabras. Doctor, ¿sabe lo que es Haddonfeld?: familias, niños, alineados todos de un extremo a otro de estas calles. ¿Va a decirme que están alineados todos para una matanza?
—Podía ser.
—De acuerdo, me quedaré con usted por si tuviera razón… Y si la tiene… Maldito sea por dejarle escapar.

1. El mito y la expectativa:

Un contexto pagano (la fiesta de Halloween) y un subtexto falsamente moralista (que castiga las conductas lascivas de sus protagonistas), sirve de rara excusa para esta película de John Carpenter, quien trataba de encontrar su sitio en el establishment hollywoodiense justo allí donde alguno de sus admirados maestros, como Howard Hawks o John Ford, no habían osado pisar o firmar (1) jamás.


Janet Leigh nos da su último saludo en PSYCHO

Carpenter se acerca al cine de terror, pues, apuntándose a la tendencia de las películas con psychokiller, vertiente ya explotada con gran éxito comercial y/o crítico por Alfred Hitchcock en Psicosis, Richard Fleischer en El Estrangulador de Boston o Michael Powell en Peeping Tom (2), y que el cine italiano de los setenta se había empeñado en llevar a un terreno poblado de muertes violentas y planos imposibles, bajo el amparo de una música estridente que serviría tanto de inspiración a Carpenter para su Halloween como al Mike Oldfield de El Exorcista (3).


Karl Heinz Bohm apreciando una potencial víctima en PEEPING TOM

Tony Curtis y Henry Fonda en busca del BOSTON STRANGLERNo serán las únicas referencias (4) de una película que hereda su simbología del giallo, en especial Bahía de Sangre de Mario Bava, y su poder de fascinación del cine de Hitchcock (5), alguna de cuyas claves también fagocita, por ejemplo, haciendo partícipe del entramado al propio espectador que aquí se convierte en testigo de los quehaceres del asesino, especialmente cuando acecha a sus víctimas en plano subjetivo, lo cual ocurre durante buena parte de su metraje.

Quizá el espectador medio actual se pueda sentir ligeramente defraudado con el visionado de una película, La Noche de Halloween, sobre la que toneladas de críticos y aficionados han vertido tantos agasajos y parabienes como litros de sangre artificial se ahorraron sus responsables de efectos especiales, también aquí castrados por el escaso presupuesto de la función.


Michael Myers (Tony Moran) persigue su oficio en HALLOWEEN

La decepción únicamente la genera la expectativa creada, pues si de todos es sabido el carácter fundacional de esta película, en justicia debería haberlo sido por representar en formato tangible la cima del slasher y el terror teen, y sin embargo no lo es, o no lo es en los términos esperados. Porque si La noche de Halloween inauguró todo un subgénero y un nuevo modo de entender el cine de terror no lo hizo por recrearse en el uso de la sangre y en los sustos a destajo (de forma intencional), y si provocó una serie de secuelas (interminables) e imitaciones (degenerativas) solo lo hizo con propósitos alimenticios.

A partir de aquí, nos queda un título, Halloween (6) y un personaje, Michael Myers, y el recuerdo de una película mítica cuya principal virtud no es su historia sino su caligrafía y, más allá de ésta, la personalidad transgresora de quien la firma.

 

Esta nota continúa...

NOTAS

[1] Como le ocurrió a Hawks en El enigma del Otro Mundo (no por casualidad mencionada en este artículo): una película eminentemente hawksiana aun inmersa en el género del fanta-terror y que firmó el ínclito Crhistian Niby.

[2] Especialmente significativa es la condición voyeur de ambos protagonistas.

[3] Carpenter declararía su inspiración en la música de El Exorcista para crear el score de La Noche de Halloween. Pero también podemos apreciar la influencia del film de William Friedkin en algún otro plano, como aquel que nos presenta a Michael Myers al abrigo de la luz de las farolas de una calle residencial, frente a la casa donde Laurie cuida al pequeño. Un plano, por cierto, ya presente en Psicosis de Alfred Hitchcock, con la efigie de Norman Bates a la entrada de su sinistro motel.

[4] Se habla de Sed de Mal, El asesino anda suelto, La matanza de Texas, La humanidad en peligro, Planeta Prohibido…

[5] No sólo Psicosis, sino también La Sombra de una Duda y, especialmente, Frenesí.

[6] En su versión original.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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